Enamorada de la naturaleza, a cuya observación dedica muchos momentos que le permiten elaborar un amplio registro de sensaciones, Consuelo Chacón es una artista multidisciplinar cuyo trabajo se desarrolla entre la escultura, la pintura, la instalación, la fotografía y la arquitectura; labor que desenvuelve en su estudio ensayando durante muchas horas y con diferentes materiales y técnicas hasta, finalmente, utilizar la que más se adecúe a la historia que nos quiera contar en cada momento.
Entre sus referentes, algunos tan lejanos como la arquitectura neolítica o la pintura holandesa del siglo XVII, junto con otros más próximos en el tiempo como el conceptualismo de Dan Flavin, el videoarte de Bill Viola o los diferentes modos de intervención arquitectónica de Matta-Clark; de ellos adquiere esa manera particular de dar forma a sus ideas, en las que también se aprecian influencias de la literatura, de la m00úsica y del cine, pues, inquieta y curiosa, cualquier disciplina a su alcance es óptima para centrar su interés.
Sin título
Consuelo parte de pequeñas maquetas que construye y fotografía, y esas imágenes que nacen de la observación objetiva son intervenidas una y otra vez, en continua deriva, hasta que dan lugar a otros escenarios nuevos, reales o irreales, que se encuentran en los lindes de la arquitectura, la fotografía y la escultura.
Conocer la obra de Consuelo Chacón es comprender por qué se ha escrito de ella que es una artista que inventa espacios. Y es que ella crea espacios que son especiales, diferentes; que no son los que conforman nuestras cartografías cotidianas sino esos otros lugares enigmáticos, no recorridos habitualmente, de los que no sabemos si pertenecen al mundo real o al mundo de los sueños.
Camino de las huertas
Ese sentimiento de pérdida que existe en su obra nace al tomar conciencia de la destrucción cotidiana del entorno y la masiva construcción de no-lugares en los que se multiplican referencias; unas imaginadas y otras imaginarias. Como ese mar que, alineado con la sensibilidad romántica y ante el que somos conscientes de nuestra vulnerabilidad, va transformándose hasta convertirse en rotunda escultura; un mar que evoluciona, como la propia artista, como el mundo en el que nos encontramos.
Observadora atenta y cabal del paisaje, el miedo a no reconocer aquel en el que creció y habitó, ese sentimiento profundo de unión con la naturaleza y el miedo a perderla, la lleva a trabajar con esos espacios en los que un día vivió, y que, en definitiva, se han convertido en sus lugares de memoria; lugares de su identidad y de su historia, de la que posee recuerdos fragmentados, oníricos que, mezclados, dan lugar a otros nuevos, cada uno único, aunque contenedor de otros varios, distintos, y enlazados entre sí, donde no están claros sus límites. Si bien, en un principio, fueron lugares austeros y monocromos, los más recientes presentan un amplio colorido.
La noche
Una postura de ser a la vez “parte de” y estar “aparte de” que comporta cuestiones sociológicas, antropológicas, históricas y literarias que, indudablemente, tienen que ver con su formación filosófica y con la relación existente entre ella y el mundo al que pertenece.
La noche oscura
Fray Ambrosio Montesinos o La Fábrica
El paseo
Huete y Londres
Dos maneras de estar
Publicado en la VII Edición de Mujeres Mirando Mujeres (abril 2021)