El vestido azul, de Michèle Desbordes, es la historia de un encierro y un tiempo caótico en la mente de una mujer prisionera: Camille Claudel. En ella, la autora la presenta como una mujer delicada, muy bella y sutil, cuyo especial aliento emocional motivó su alejamiento de las personas que la rodeaban. Nadie supo entenderla, ni su familia, ni su amante, ni su hermano, y se vio confinada en un manicomio durante décadas para librarse de su molesta tristeza. Una mujer cuya mente se fue deteriorando con el paso de los años y que en numerosas cartas pidió ayuda a la familia que la había repudiado por su vida bohemia, la convivencia prohibida con Auguste Rodin y el deshonor de saberla posando desnuda para él.
Precoz en su habilidad de modelar la arcilla, Camille Claudel (1864-1943) había estudiado en París, en la Academia Colarussi. Muy pronto comenzó a trabajar en el taller del maestro Auguste Rodin, para quien sus aprendices solían moldear manos y pies. Rodin y Claudel, veinticinco años menor que él, entablaron una tempestuosa relación secreta en la que se confundían el amor, la pasión, la admiración y los celos artísticos.
Con un tono poético, Desbordes no escribe una biografía convencional de la escultora sino que ofrece el relato de lo que sucede en el sanatorio mental de Montdvergues, donde transcurren lentamente los casi treinta años de encierro de Camille, y relata todas las sensaciones de una mente vulnerable, abandonada a su suerte, que esperó durante casi treinta años, sentada en una silla, con las manos cruzadas sobre el regazo, a un hombre. Ese hombre era Paul Claudel, su hermano, el cónsul, el embajador, el poeta, el dramaturgo famoso. El hermano que, en complicidad con la madre, dio orden de que la ingresaran en marzo de 1913, en el manicomio de Ville-Evrard, para ser trasladada, unos meses más tarde, al de Montdevergues, de donde nunca más saldría.
Pasado y presente se mezclan en esta biografía sentimental novelada que cuenta una época y una vida y recorre la historia de esta escultora desde su niñez en el pequeño pueblo de Nogent-sûr-Seine hasta su muerte en el psiquiátrico, olvidada y enterrada en una fosa común.
Camille Claudel fue una gran artista francesa autora de una serie de trabajos escasos en número pero excepcionales. Lamentablemente, su obra tuvo un alcance inferior, como les ocurrió a otras mujeres que desarrollaron su trabajo junto a hombres famosos. Durante los nueve años que estuvieron juntos, ella gozó de la protección artística del maestro y realizó numerosas obras cargadas de mensaje, como «La edad madura”, en la que una joven -en realidad, ella- suplicaba a un hombre maduro -Rodin- que no la abandonara, mientras una especie de ángel diabólico -la mujer del escultor- se lo llevaba. La ruptura sentimental de la pareja a causa de las promesas no cumplidas, así como el hecho de ser obligada a abortar, sumado a su ritmo frenético de trabajo, fueron causantes del deterioro de su salud. Tenía 47 años cuando fue recluida por primera vez y murió a la edad de 78, no volviendo a modelar ni a esculpir durante ese largo tiempo.
Artículo publicado en el nº 20 de la Revista Blanco, Negro y Magenta